Ruanda y Bosnia i Herzegovina son dos Estados diferentes. La
diferencia más obvia es que son dos Estados que se localizan en
diferentes coordenadas geográficas del mundo. Bosnia i Herzegovina está
situada en el centro de los Balcanes. Por su parte, Ruanda está en
el centro de África. Posteriormente, las características sociales,
económicas, políticas y culturales de ambos países son
radicalmente diferentes. Sin embargo, ambos países tienen algo en
común. Ambos fueron protagonistas, en la primera mitad de la década
de 1990, de sucesos trágicos y doloroso.
(Imagen de Bosanska Krupa después de la Guerra de Bosnia i Herzegovina)
Entre 1992 y 1995, Bosnia i Herzegovina se desangró en lo que fue la
tercera guerra del total de cinco que forman las Guerras de
Desintegración de la antigua Yugoslavia. En torno a 100.000 personas
fallecieron en el conflicto, mientras que 2,2 millones se vieron
obligados a abandonar los lugares que habitaban antes del comienzo de
la contienda bélica. La Guerra de Bosnia i Herzegovina es un
periodo que se ha instalado ya en la memoria colectiva occidental,
especialmente a través del Genocidio de Srebrenica, acontecido el 11
de julio de 1995 y en donde las tropas serbio-bosnias ejecutaron a
8.000 Musulmanes de nacionalidad. La “peor matanza de Europa desde
la II Guerra Mundial” se suele escribir en los mass media cuando de
tratar el tema se trata. Es normal que cada año, todos los medios de
comunicación occidentales dediquen espacio al tema cuando el día
del aniversario se acerca. Es una forma de recordar a la opinión
pública que no se debe permitir suceder actos como aquel nunca más.
Especialmente si suceden en suelo occidental y el sujeto de la
masacre es un occidental, más allá que de que ese occidental sea de
“segunda clase”. Por su parte, Ruanda también sufrió un proceso
doloroso. Bueno, la verdad es que desde su independencia en 1962,
Ruanda ha estado viviendo un proceso doloroso. Pero lo que nos
interesa aquí no es la reflexión sobre cómo el proceso de
descolonización estuvo ampliamente marcado por las cicatrices de la
colonización occidental, unas cicatrices que aún no están
totalmente cerrada. En abril de 1994 se iniciaba en Ruanda el
Genocidio Ruandés, donde la mayoría de la población de etnia hutu
aniquiló a la minoría de la población de etnia tutsi. Lo cierto
es que las diferencias entre unos y otros eran meramente
artificiales, habiendo sido marcadas por Bélgica, que tras la I
Guerra Mundial era la potencia colonizadora en Ruanda. 800.000 tutsis
y hutus moderados fallecieron un un genocidio que, comparado con
aquel del III Reich en la II Guerra Mundial, podría decirse fue
mucho más brutal y mucho más efectivo. Hitler y sus
correligionarios crearon una forma de asesinar altamente tecnológica.
Los hutus ruandeses, en cambio, usaban machetes, mazas y otros
objetos rudimentarios para perpetuar su genocidio. Un acto brutal en
el corazón de África y que en el mundo occidental tuvo una mínima
repercusión. En los mass media no existía espacio para la tragedia
de los tutsis y hutus moderados de Ruanda. La Guerra de Bosnia, la
Guerra de Chechenia, la evolución del mercado común de la UE y
otros temas copaban los titulares, páginas y reportajes de los
medios de comunicación occidentales. Africa no interesaba y apenas
se informó, a pesar de que la tragedia humanitaria que se estaba
desarrollando en Ruanda era de proporciones desconocidas desde la
Guerra de Vietnam. Eso sin contar con las repercusiones que tendría
en el corto plazo en la zona de los Grandes Lagos africanos.
Los medios occidenales demostraron con su escaso tratamiento del
genocidio ruandés de su racismo y su etnocentrismo. Se demostró
también cómo los mass media son capaces de marcar aquellos asuntos
que deben tener importancia y aquellos que no la deben tener. Incluso
los segundos pueden ser más importantes que los primeros. El
genocidio de Ruanda también proyecta una gran número de reflexiones
sobre el papel de la sociedad civil europea. Mientras que estas
organizaciones se rasgaban las vestiduras por la innanición
occidental ante el conflicto bosnio, apenas se menciono algo sobre
Ruanda. Los negros no interesan, como dijo en una entrevista Joan
Carrero. Es difícil no estar de acuerdo con esta reflexión del
filósofo y teólogo catalán, más aún cuando se observa y se
analiza toda la cobertura mediática ante el caso de ébola en
España, en contra de la cobertura mediática que ha recibido la
enfermedad en la costa occidental africana que lleva atacando a la
población de la zona desde diciembre de 2013.
Sin duda alguna, la
presentación de los casos de Bosnia i Herzegovina y de Ruanda será
una gran actividad para enseñar a los alumnos a tener una capacidad
crítica y sepan como analizar, procesar e interpretar sobre
la información que reciben desde diferentes plataformas
comunicativas. No se debe
olvidar que ver un telediario o leer un periódico de poco servirá
si el receptor de la información no tiene capacidad crítica.
Veiga, F. (2009). El desiquilibrio como orden. Barcelona: Alianza Editorial.
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