Palabras clave- lucha de clases, clases sociales, hegemonía, desigualdad social.
Key words- class struggle, social classes, hegemony, social
inequality.
Nota introductoria: Esta reseña fue escrito
por mí (Marcos Ferreira Navarro) en el verano de 2012. Fue enviada a
la revista Ab Intio (http://www.ab-initio.es/)
para su revisión y publicación. En abril del 2014 se me informó
que la reseña sería publicada en la edición de octubre de 2014.
Por consiguiente, incluyo la reseña en este blog por dos razones. La
primera, porque aunque Chavs. La demonización de la clase obrera, no
trate exactamente sobre la sociología de la educación, sí es un
libro con marcado carácter sociológico que nos puede ayudar a
comprender el funcionamiento de la sociedad en varios planos, entre
ellos el educativo. La segunda, como historiador marxista que me
considero, creo necesario dar publicidad a una obra que intenta
situar de nuevo el discurso de clases sociales en el centro del
debate político, social, económico y cultural.
Términos como burguesía, clase obrera o lucha de clases son
escasamente utilizados en los mass media con mayor difusión.
Para sustituir a los diferentes términos clásicos, no por ello
obsoletos, que hacen referencia a la división clasista de las
sociedades contemporáneas se ha impuesto una división en donde
simplemente hay tres clases y los antagonismos entre éstas son
inexistentes. Por un lado, están los “super-ricos”, un grupo muy
minoritario al que es prácticamente imposible acceder. Por otro
lado, la clase media, un grupo en donde la mayoría de la sociedad
estaría encuadrada, subdividiéndose en diferentes subgrupos tales
como clase media-alta o clase media-baja. Por último, estarían los
“parásitos”, que serían esos individuos que viven de “papa”
estado y que son unos vagos que prefieren no dar “palo al agua” y
vivir de los impuestos de los demás antes que ponerse a trabajar.
Sería ante este último grupo contra el cual la clase media debería
enfrentarse para que abandonen esa actitud parasitaria y pasiva.
Se puede decir que el esquema anterior ha sido el paradigma dominante
en la división de la sociedad desde el fin del bloque socialista
hasta la crisis económico-financiera del 2008. Durante las casi dos
décadas que ocupan la “Posguerra Fría”, las clases dominantes
se han dedicado a transmitir que aquellos que necesitaban ayuda del
Estado para sobrevivir eran vagos y maleantes que o bien debían
espabilar y comenzar a esforzarse más o bien deberían ser dejados
de lado en un claro ejemplo de darwinismo social. En palabras de
Margaret Thacther: “No hay sociedad, [...] sólo hombres y mujeres
individuales con sus familias”. Por lo tanto, todo aquel individuo
recibirá su merecido. Riqueza y bienestar para los trabajadores,
pobreza y miseria para los vagos. Durante años, todos nos creímos
ese esquema social de super ricos- amplia clase media- subclase
parasitaria. Y entonces llegó la crisis económica-financiera del
2008. Más allá de sus causas a corto plazo, (subida de los precios
de las materias primas, crisis hipotecaria en los EEUU, etc) se debe
a una desregularización del mercado y a la importancia que ha ido
adquiriendo desde la década de 1980 el capital financiero.
Durante estos últimos cinco años la crisis económica ha derivado
en una crisis social y política que ha tenido como consecuencia más
importante un aumento de la desigualdad en las sociedades europeas.
Entonces, si la desigualdad seguía creciendo y la mayoría de la
sociedad veía como su situación empeoraba, ¿era culpa de los
individuos o tal vez existía algo en el sistema socio-económico y
político que no funcionaba bien? Fue entonces cuando la identidad de
la mayoría de la sociedad quebró. Aquellos derechos que se
consideraban naturales y justos por el mero hecho de ser personas
(derechos recogidos en la Declaración Universal de DDHH) estaban (y
están) en peligro y era necesario seguir luchando por ellos. De esta
manera, aquel espejismo del hundimiento y desaparición de la clase
obrera y la aparición de una masiva clase media está llegando a su
fin, produciéndose un vació de identidad en las sociedades
occidentales.
Es en ese contexto de vacío de identidad social y de colapso
económico donde debe encuadrarse la obra del británico Owen Jones.
Un ensayo, que más allá de que se concuerde con él o no, tiene un
éxito tremendo que no es otro que recuperar el debate sobre la
cuestión de clase y todo lo que deriva de la misma.
Owen Jones se centra en
el estudio de lo que en el Reino Unido sería la “nueva” clase
obrera. Y escribo nueva porque gran parte de la sociedad sigue
identificando a esta clase como aquellas personas que trabajan en
grandes fábricas, con un alto grado de agrupación y que suelen
ocuparse en tareas industriales o de extracción (la minería, por
ejemplo). Es cierto que en Europa todavía un porcentaje de la
población ocupada siguen trabajando en estos sectores. No obstante,
en una sociedad post-industrial, el proletariado se encuentra más
diversificado y dividido. En otras palabras, en una estructura
económica donde el sector servicios es el dominante, los miembros
del proletariado ya no trabajan mayoritariamente en la industria o en
la extracción de minerales, sino que se encuentran divididos entre
peluqueros, cajeros de supermercado o camareros. Esta clase obrera
post fordista son calificados en el Reino Unido bajo el término de
chavs.
Estos chavs (en España serían los canis) son objeto
de burla y denigración por parte de la mayor parte de la sociedad
sin que suponga ningún problema al respecto. Lo cierto es que hacer
comentarios ofensivos de carácter racial o machista está (con
razón) mal visto por la sociedad. Sin embargo, realizar chistes o
viñetas ofensivas contra los chavs/canis es algo que no está
mal visto e incluso, en muchas ocasiones, sirve para obtener el
aplauso y la aprobación de los demás. Es cierto que en el Reino
Unido el fenómeno del odio a los chavs está mucho más
extendido que el odio hacia los canis en España, aunque se
pueden encontrar ejemplos bastante destacados en relación a este
tema1.
El odio a los chavs
no es más, según Owen Jones, que una proyección del discurso de
las clases dominante que desde los medios de comunicación, desde los
partidos políticos, desde los think
tank han
transmitido a una mayoría de la población que se considera de clase
media. El objetivo es que esta clase media presione a lo más
marginados de la sociedad, estos son los chavs
y el resto de la clase obrera, a que adopten definitivamente el
estilo y los valores de la clase media. Esto sin ningún género de
duda es una estrategia que se encuadra dentro de la lucha de clases.
Para conseguir este objetivo no sólo es necesario dirigir un
discurso contra la clase obrera, sino que se deben realizar acciones
contra ella. De este modo en el Reino Unido, con la llegada de
Thatcher al poder en 1979, se emprendió una cruzada en contra del
proletariado atacando aquellas organizaciones en donde residía su
fuerza: los sindicatos. La cruzada liberal contra el sindicalismo no
era sólo una cuestión de hacerles perder fuerza en la negociación
colectiva, sino también era una cruzada para destruir la cultura
obrera, sus valores y su estilo de vida. Atacar y destruir el
sindicalismo era el primer paso para acabar con el movimiento obrero.
El resultado del enfrentamiento contra el movimiento obrero no pudo
ser más satisfactorio. El gobierno liberal de los conservadores
consiguió
vencer a los sindicatos, los cuales desde ese momento aún no han
levantado cabeza. La victoria del neoliberalismo en R. Unido y EEUU,
sumado al colapso del bloque socialista, llevó a que el movimiento
obrero y todo lo que el significaba fuera catalogado como un
“vestigio del pasado” como una “actitud más propia del siglo
XIX que del siglo XX”, al tiempo que se ha impuesto un capitalismo
cada vez menos regulado que provoca un aumento de las desigualdades
sociales y por consiguiente, de la injusticia social.
Esta “dictadura de
clase media” a través de la cual se ejerce la hegemonía
neoliberal caló (y aún lo sigue haciendo) hondo en la sociedad.
Todas aquellas características positivas que el movimiento obrero
tenía (y tiene) no debían ser reflejadas en los medios de
comunicación. Si personas de clase obrera salían en los telediarios
y en los periódicos debía ser para mostrarlos como una “subclase”,
como personajes que defraudan a la Seguridad Social, que se
emborrachan mientras van a ver el fútbol o que se pelean entre ellos
en los barrios más marginales de las principales urbes. Todo ello
para mostrar lo parásitos que son los de “abajo” y compararlos
con los bondadosos y trabajadores que son los del “medio” y los
de “arriba”. No faltan ejemplos en España de este esquema
general descrito por Owen Jones. Por ejemplo, cuando hace
aproximadamente un año el presidente del gobierno, Mariano Rajoy
anunciaba un recorte de la ayuda a los desempleados, la diputada
popular Andrea Fabra gritaba un “que se jodan” mientras se
anunciaba la medida. Y aunque a los pocos días intentó justificar
su actitud, sus palabras muestran perfectamente el desprecio de
aquellos que son y representan a las clases dominantes hacia las
clases subalternas. En este sentido, es cada vez más difícil que
medios que defienden a los obreros puedan competir con los medios más
importantes que obedecen a los intereses de las clases dominantes, al
mismo tiempo que en el parlamento son muy pocos los diputados que
defienden los intereses de la clase obrera abierta. Eso sin contar
con la importancia de los lobbies
empresariales o de otro tipo que operan en todo parlamento occidental
y en las pocas posibilidades de la población de participar
directamente en las decisiones políticas de los Estados
occidentales.
Este discurso contra el movimiento obrero y la conciencia de clase
obrera no sólo se construye a través de la tribuna política o de
los grandes medios de comunicación, sino que también se difunde
desde el cine, desde la música, o en general desde cualquier
plataforma con la que se pueda obtener una gran difusión. Así, en
el mundo del cine o de la música se han ido imponiendo tendencias en
donde se evita todo lo que pueda tener relación con el conflicto de
clase o la temática social, política y económica. Se imponen
productos comerciales vacíos, asépticos y complacientes que no
comunican nada, y que por lo tanto, no invitan al receptor a
reflexionar. Bandas musicales comprometidas como Joy Division
o The Smiths han dado paso a bandas que no comunican nada
(desde el punto de vista social y político) como Coldplay, Oasis
o Artic Monkeys. Lo mismo sucede con el cine, es normal
observar como las películas más “taquilleras” son aquellos
productos de “usar y tirar”, mientras que el cine con fuerte
contenido social y político son productos muy escasos en el cine de
mainstream, es decir, el que llega al gran público. Y cuando
alguna película con contenido social, económico o político llega
al mainstream, su contenido siempre se intenta endulzar y
mostrar una denuncia “blanda” como es el caso de la película The
Help que denuncia la marginación racial en Missisipi hacia las
personas de raza negra mostrando el fenómeno del racismo de una
forma amable que en ningún caso muestra la violencia de esa actitud
racista y que tampoco muestra la organización propia de la comunidad
negra para exigir los mismos derechos civiles que los blancos.
Este discurso, aunque pueda parecer contradictorio, no busca la
eliminación de la clase obrera. Después de todo, si ésta
desaparece, si ésta consigue introducirse dentro de la clase media,
¿quién serviría las cervezas en un bar? ¿Quién peinaría a las
clases dominantes en las peluquerías? ¿Quiénes trabajarían como
cajeros y reponedores en los supermercados? El objetivo no es acabar
con la clase obrera, sino acabar con su conciencia de clase. Un
conjunto de obreros sin conciencia de clase, sin un movimiento
político/cultural/social que no contraponga una alternativa
diferente al sistema capitalista y no intente defender y mejorar sus
derechos laborales y políticos es la mejor forma que la clase
dominante tiene de ejercer la hegemonía sobre las clases subalternas
o dominadas. En este contexto se entienden la campaña de descrédito
contra los sindicatos, de la tan mencionada “meritocracia”, del
ataque contra todas aquellas voces que se salgan del discurso
oficial, del ataque contra todos aquellos movimientos que no
concuerdan con las políticas de recorte y privatización que se
están llevando a cabo en terrenos como la sanidad o la educación.
En definitiva, un ataque contra todo aquello que pueda recordar que
la miseria, la precariedad, la injusticia no se deben al poco
esfuerzo personal, sino a las condiciones socio-económicas.
La obra de Owen Jones
es un punto de partida perfecto para comenzar a reflexionar sobre la
cuestión de clase y todo lo que está relacionado con ella. Chavs:
La demonización de la clase obrera
no es una obra académica que reflexiona sobre cómo
conseguir una nueva división en clases sociales en la sociedad
post-industrial, ni falta que hace ya que el objetivo es llegar al
gran público, no a un grupo de académicos de las Ciencias Sociales.
La obra tiene una narración amena y que al lector le agradará
debido a su fácil lectura y a la sencillez para entender el mensaje
más importante de la obra que no es otro que: las clases sociales
siguen existiendo, existe una guerra entre ellas y por el momento, la
burguesía la va ganando por goleada.
1En
la página de humor española Cuanta Razón se puede
encontrar viñetas con el título de “Chonis. Europa pide vuestro
exterminio (y estaremos encantados de ayudar)”, “Perros con
Tuenti. Son preferibles a los canis” o “Canis. Su voto vale lo
mismo que el tuyo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario