sábado, 18 de octubre de 2014

JONES, Owen, Chavs: La demonización de la clase obrera, Madrid, Capitán Swing, 2012, pp. 350.



Palabras clave- lucha de clases, clases sociales, hegemonía, desigualdad social.

Key words- class struggle, social classes, hegemony, social inequality.

Nota introductoria: Esta reseña fue escrito por mí (Marcos Ferreira Navarro) en el verano de 2012. Fue enviada a la revista Ab Intio (http://www.ab-initio.es/) para su revisión y publicación. En abril del 2014 se me informó que la reseña sería publicada en la edición de octubre de 2014. Por consiguiente, incluyo la reseña en este blog por dos razones. La primera, porque aunque Chavs. La demonización de la clase obrera, no trate exactamente sobre la sociología de la educación, sí es un libro con marcado carácter sociológico que nos puede ayudar a comprender el funcionamiento de la sociedad en varios planos, entre ellos el educativo. La segunda, como historiador marxista que me considero, creo necesario dar publicidad a una obra que intenta situar de nuevo el discurso de clases sociales en el centro del debate político, social, económico y cultural.

Términos como burguesía, clase obrera o lucha de clases son escasamente utilizados en los mass media con mayor difusión. Para sustituir a los diferentes términos clásicos, no por ello obsoletos, que hacen referencia a la división clasista de las sociedades contemporáneas se ha impuesto una división en donde simplemente hay tres clases y los antagonismos entre éstas son inexistentes. Por un lado, están los “super-ricos”, un grupo muy minoritario al que es prácticamente imposible acceder. Por otro lado, la clase media, un grupo en donde la mayoría de la sociedad estaría encuadrada, subdividiéndose en diferentes subgrupos tales como clase media-alta o clase media-baja. Por último, estarían los “parásitos”, que serían esos individuos que viven de “papa” estado y que son unos vagos que prefieren no dar “palo al agua” y vivir de los impuestos de los demás antes que ponerse a trabajar. Sería ante este último grupo contra el cual la clase media debería enfrentarse para que abandonen esa actitud parasitaria y pasiva.
Se puede decir que el esquema anterior ha sido el paradigma dominante en la división de la sociedad desde el fin del bloque socialista hasta la crisis económico-financiera del 2008. Durante las casi dos décadas que ocupan la “Posguerra Fría”, las clases dominantes se han dedicado a transmitir que aquellos que necesitaban ayuda del Estado para sobrevivir eran vagos y maleantes que o bien debían espabilar y comenzar a esforzarse más o bien deberían ser dejados de lado en un claro ejemplo de darwinismo social. En palabras de Margaret Thacther: “No hay sociedad, [...] sólo hombres y mujeres individuales con sus familias”. Por lo tanto, todo aquel individuo recibirá su merecido. Riqueza y bienestar para los trabajadores, pobreza y miseria para los vagos. Durante años, todos nos creímos ese esquema social de super ricos- amplia clase media- subclase parasitaria. Y entonces llegó la crisis económica-financiera del 2008. Más allá de sus causas a corto plazo, (subida de los precios de las materias primas, crisis hipotecaria en los EEUU, etc) se debe a una desregularización del mercado y a la importancia que ha ido adquiriendo desde la década de 1980 el capital financiero.
Durante estos últimos cinco años la crisis económica ha derivado en una crisis social y política que ha tenido como consecuencia más importante un aumento de la desigualdad en las sociedades europeas. Entonces, si la desigualdad seguía creciendo y la mayoría de la sociedad veía como su situación empeoraba, ¿era culpa de los individuos o tal vez existía algo en el sistema socio-económico y político que no funcionaba bien? Fue entonces cuando la identidad de la mayoría de la sociedad quebró. Aquellos derechos que se consideraban naturales y justos por el mero hecho de ser personas (derechos recogidos en la Declaración Universal de DDHH) estaban (y están) en peligro y era necesario seguir luchando por ellos. De esta manera, aquel espejismo del hundimiento y desaparición de la clase obrera y la aparición de una masiva clase media está llegando a su fin, produciéndose un vació de identidad en las sociedades occidentales.
Es en ese contexto de vacío de identidad social y de colapso económico donde debe encuadrarse la obra del británico Owen Jones. Un ensayo, que más allá de que se concuerde con él o no, tiene un éxito tremendo que no es otro que recuperar el debate sobre la cuestión de clase y todo lo que deriva de la misma.
Owen Jones se centra en el estudio de lo que en el Reino Unido sería la “nueva” clase obrera. Y escribo nueva porque gran parte de la sociedad sigue identificando a esta clase como aquellas personas que trabajan en grandes fábricas, con un alto grado de agrupación y que suelen ocuparse en tareas industriales o de extracción (la minería, por ejemplo). Es cierto que en Europa todavía un porcentaje de la población ocupada siguen trabajando en estos sectores. No obstante, en una sociedad post-industrial, el proletariado se encuentra más diversificado y dividido. En otras palabras, en una estructura económica donde el sector servicios es el dominante, los miembros del proletariado ya no trabajan mayoritariamente en la industria o en la extracción de minerales, sino que se encuentran divididos entre peluqueros, cajeros de supermercado o camareros. Esta clase obrera post fordista son calificados en el Reino Unido bajo el término de chavs.
Estos chavs (en España serían los canis) son objeto de burla y denigración por parte de la mayor parte de la sociedad sin que suponga ningún problema al respecto. Lo cierto es que hacer comentarios ofensivos de carácter racial o machista está (con razón) mal visto por la sociedad. Sin embargo, realizar chistes o viñetas ofensivas contra los chavs/canis es algo que no está mal visto e incluso, en muchas ocasiones, sirve para obtener el aplauso y la aprobación de los demás. Es cierto que en el Reino Unido el fenómeno del odio a los chavs está mucho más extendido que el odio hacia los canis en España, aunque se pueden encontrar ejemplos bastante destacados en relación a este tema1.
El odio a los chavs no es más, según Owen Jones, que una proyección del discurso de las clases dominante que desde los medios de comunicación, desde los partidos políticos, desde los think tank han transmitido a una mayoría de la población que se considera de clase media. El objetivo es que esta clase media presione a lo más marginados de la sociedad, estos son los chavs y el resto de la clase obrera, a que adopten definitivamente el estilo y los valores de la clase media. Esto sin ningún género de duda es una estrategia que se encuadra dentro de la lucha de clases. Para conseguir este objetivo no sólo es necesario dirigir un discurso contra la clase obrera, sino que se deben realizar acciones contra ella. De este modo en el Reino Unido, con la llegada de Thatcher al poder en 1979, se emprendió una cruzada en contra del proletariado atacando aquellas organizaciones en donde residía su fuerza: los sindicatos. La cruzada liberal contra el sindicalismo no era sólo una cuestión de hacerles perder fuerza en la negociación colectiva, sino también era una cruzada para destruir la cultura obrera, sus valores y su estilo de vida. Atacar y destruir el sindicalismo era el primer paso para acabar con el movimiento obrero. El resultado del enfrentamiento contra el movimiento obrero no pudo ser más satisfactorio. El gobierno liberal de los conservadores consiguió vencer a los sindicatos, los cuales desde ese momento aún no han levantado cabeza. La victoria del neoliberalismo en R. Unido y EEUU, sumado al colapso del bloque socialista, llevó a que el movimiento obrero y todo lo que el significaba fuera catalogado como un “vestigio del pasado” como una “actitud más propia del siglo XIX que del siglo XX”, al tiempo que se ha impuesto un capitalismo cada vez menos regulado que provoca un aumento de las desigualdades sociales y por consiguiente, de la injusticia social.
Esta “dictadura de clase media” a través de la cual se ejerce la hegemonía neoliberal caló (y aún lo sigue haciendo) hondo en la sociedad. Todas aquellas características positivas que el movimiento obrero tenía (y tiene) no debían ser reflejadas en los medios de comunicación. Si personas de clase obrera salían en los telediarios y en los periódicos debía ser para mostrarlos como una “subclase”, como personajes que defraudan a la Seguridad Social, que se emborrachan mientras van a ver el fútbol o que se pelean entre ellos en los barrios más marginales de las principales urbes. Todo ello para mostrar lo parásitos que son los de “abajo” y compararlos con los bondadosos y trabajadores que son los del “medio” y los de “arriba”. No faltan ejemplos en España de este esquema general descrito por Owen Jones. Por ejemplo, cuando hace aproximadamente un año el presidente del gobierno, Mariano Rajoy anunciaba un recorte de la ayuda a los desempleados, la diputada popular Andrea Fabra gritaba un “que se jodan” mientras se anunciaba la medida. Y aunque a los pocos días intentó justificar su actitud, sus palabras muestran perfectamente el desprecio de aquellos que son y representan a las clases dominantes hacia las clases subalternas. En este sentido, es cada vez más difícil que medios que defienden a los obreros puedan competir con los medios más importantes que obedecen a los intereses de las clases dominantes, al mismo tiempo que en el parlamento son muy pocos los diputados que defienden los intereses de la clase obrera abierta. Eso sin contar con la importancia de los lobbies empresariales o de otro tipo que operan en todo parlamento occidental y en las pocas posibilidades de la población de participar directamente en las decisiones políticas de los Estados occidentales.
Este discurso contra el movimiento obrero y la conciencia de clase obrera no sólo se construye a través de la tribuna política o de los grandes medios de comunicación, sino que también se difunde desde el cine, desde la música, o en general desde cualquier plataforma con la que se pueda obtener una gran difusión. Así, en el mundo del cine o de la música se han ido imponiendo tendencias en donde se evita todo lo que pueda tener relación con el conflicto de clase o la temática social, política y económica. Se imponen productos comerciales vacíos, asépticos y complacientes que no comunican nada, y que por lo tanto, no invitan al receptor a reflexionar. Bandas musicales comprometidas como Joy Division o The Smiths han dado paso a bandas que no comunican nada (desde el punto de vista social y político) como Coldplay, Oasis o Artic Monkeys. Lo mismo sucede con el cine, es normal observar como las películas más “taquilleras” son aquellos productos de “usar y tirar”, mientras que el cine con fuerte contenido social y político son productos muy escasos en el cine de mainstream, es decir, el que llega al gran público. Y cuando alguna película con contenido social, económico o político llega al mainstream, su contenido siempre se intenta endulzar y mostrar una denuncia “blanda” como es el caso de la película The Help que denuncia la marginación racial en Missisipi hacia las personas de raza negra mostrando el fenómeno del racismo de una forma amable que en ningún caso muestra la violencia de esa actitud racista y que tampoco muestra la organización propia de la comunidad negra para exigir los mismos derechos civiles que los blancos.
Este discurso, aunque pueda parecer contradictorio, no busca la eliminación de la clase obrera. Después de todo, si ésta desaparece, si ésta consigue introducirse dentro de la clase media, ¿quién serviría las cervezas en un bar? ¿Quién peinaría a las clases dominantes en las peluquerías? ¿Quiénes trabajarían como cajeros y reponedores en los supermercados? El objetivo no es acabar con la clase obrera, sino acabar con su conciencia de clase. Un conjunto de obreros sin conciencia de clase, sin un movimiento político/cultural/social que no contraponga una alternativa diferente al sistema capitalista y no intente defender y mejorar sus derechos laborales y políticos es la mejor forma que la clase dominante tiene de ejercer la hegemonía sobre las clases subalternas o dominadas. En este contexto se entienden la campaña de descrédito contra los sindicatos, de la tan mencionada “meritocracia”, del ataque contra todas aquellas voces que se salgan del discurso oficial, del ataque contra todos aquellos movimientos que no concuerdan con las políticas de recorte y privatización que se están llevando a cabo en terrenos como la sanidad o la educación. En definitiva, un ataque contra todo aquello que pueda recordar que la miseria, la precariedad, la injusticia no se deben al poco esfuerzo personal, sino a las condiciones socio-económicas.
La obra de Owen Jones es un punto de partida perfecto para comenzar a reflexionar sobre la cuestión de clase y todo lo que está relacionado con ella. Chavs: La demonización de la clase obrera no es una obra académica que reflexiona sobre cómo conseguir una nueva división en clases sociales en la sociedad post-industrial, ni falta que hace ya que el objetivo es llegar al gran público, no a un grupo de académicos de las Ciencias Sociales. La obra tiene una narración amena y que al lector le agradará debido a su fácil lectura y a la sencillez para entender el mensaje más importante de la obra que no es otro que: las clases sociales siguen existiendo, existe una guerra entre ellas y por el momento, la burguesía la va ganando por goleada.


1En la página de humor española Cuanta Razón se puede encontrar viñetas con el título de “Chonis. Europa pide vuestro exterminio (y estaremos encantados de ayudar)”, “Perros con Tuenti. Son preferibles a los canis” o “Canis. Su voto vale lo mismo que el tuyo”.

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